Como en la trilogía divina, somos el creador, la conservadora y la destructora.
El escultor crea; interviene en la madera y en la piedra procurando moléculas azules, átomos.
Ella, la cantante-fotógrafa, conserva en la garganta la magia de los antiguos juglares. Nos recrea alegría y dolor.
La tercera, que fué hecha con la arcilla que sobró de todas las otras creaciones, lleva en su esencia la capacidad de hacer lo que quiera; hasta volar. Pero ha sido elegida para el camino de la destrucción. Desmenuzará en sí todos los conocimientos, arrancándose pedazos de alma en cada lucha, hasta consumirse en su fuego, en su propio deseo de vivir.
El, hace el amor con la madera, pero coquetea con la piedra.
Una, nos trae imágenes de papel y de sueños.
La última, mientras nada en el desconcierto, escribe para que alguien la ayude a entender.
El juego llegó a su fin. Los "porqué-debo?" siguen sin respuesta.
Mientras, lubrico mis alas para el próximo paso.
Te compadezco, flaco o flaca! Había tantas cosas en el mundo para ver o hacer y vos leyendo un delirio! Allá vos!
Yo soy inocentemente culpable; el culpable es ojos-marinos.
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