sábado, mayo 29, 2004

MADRE - CAPITULO SEIS - PARTE 1

Mi vieja no me educó así. Ella quería que fuese princesa, abogada o no sé qué. Y soy no-sé-qué. Qué soy?
No soy mala. No soy buena
No soy fea. No soy bella
No soy alta. No soy enana
No soy inteligente. No soy idiota
No soy flaca. No soy gorda
Hasta aquí, deduzcan que no soy un monstruo.
No fumo. Diríase que no bebo. No me drogo, aunque quisiera pero el cuerpo no aguanta. No tengo sexo (no por que no quiera).
No mato cucarachas (sólo mosquitos)
No odio (me cansé de tanto odiar y odiar)
No amo (porque esto es enfermedad)
No creo en un Dios Todopoderoso; aún así le pido piedad por todos nosotros, desgraciados juguetes.
No creo en la santidad de las madres.
La mía era neurótica y ambiciosa; ahora es neurótica y sin ambiciones.
Pobre vieja! No se le acabó la cuerda; ella misma dejó de darla. Debe ser terrible para ella tener dos hijos como nosotros: una loca y un milico.
Durante cinco años respiró tranquila: su hijita hippie se hizo estrella de TV, ganaba bien, vivía en lindos departamentos, viajaba, y pagaba el colegio de la nena. El tipo con el que andaba, a ella no le gustaba mucho; yo sé... Pero al menos no era vago como el anterior, o drogadicto como el anterior, o peligroso como el anterior.
Se la veía venir la vieja. No podía durar tanto la estabilidad. A la hijita le agarró el ataque de independencia. Entregó el caballero a otra damisela, renunció a sus dos trabajos, besó a una de sus hijas y a las gatas, y también con piedad, a la otra pobre infeliz que sería la Sancho Panza de la quijotada que significaba recorrer Brasil.
- Mamá tengo miedo a la soledad. -
- Estoy acá, mi amor. -
- Pero no estás siempre y yo no quiero estar sola conmigo porque estoy muy loca. -
- No, nena, no digas eso. -
- Pero sí, mamá, soy una fiera. Necesito alguien que me pare. Quiero que me acaricien la cabeza y me recoloquen las ideas. Que me besen los ojos. Que me duerma. -

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